viernes, 15 de mayo de 2009

El sueño de llegar

por Mónica Berman

En otros tiempos era muy claro lo que consagraba o legitimaba a un artista. Hoy, esos espacios, parecieran haber sido minados pero sin embargo la presión económica de la independencia sigue siendo uno de los grandes inconvenientes para la creación, el crecimiento y la profesionalización.

“Si vas a emprender el viaje hacia Ítaca,
pide que tu camino sea largo (…)
Ten siempre a Ítaca en la memoria.
Llegar allí es tu meta.
Más no apresures el viaje. (…)
Ítaca te regaló un hermoso viaje.
Sin ella el camino no hubieras emprendido.
Mas ninguna otra cosa puede darte. (…)
Rico en saber y en vida, como has vuelto,
comprendes ya qué significan las Ítacas.

Ítaca, Konstantino Kavafis, 1911

En lugar de la isla a la que Odiseo regresa, podrían colocarse diferentes lugares de llegada. Topografías teatrales, destinos alcanzados o alcanzables.
Los sueños no son nunca los mismos. Poner el cuerpo en ciertos espacios físicos o el nombre en algunas carteleras, para algunos, era el signo ineludible de “haber llegado”.
En Buenos Aires muchos son los que hacen teatro, eso lo sabemos todos y uno puede ir de teatro en teatro sin haber cruzado jamás a ciertos hacedores de este universo.
Muchas de sus obras no aparecen en los diarios, algunos no tienen agentes de prensa, otros reciben rara vez la visita de un crítico, en algunos casos desconocen los subsidios, en la lista aparece quien está frente a su ópera prima o aquel que lleva más de una veintena de trabajos, hay quienes hicieron giras y recibieron premios y sin embargo eso no los hizo, necesariamente, conocidos. A todos los vi trabajar, son ellos, pero podrían ser tantos otros.
Intenté algún tipo de clasificación pero fue una pérdida de tiempo. Homogeneizar a través de alguna categoría sería la actitud torpe e inútil de quien no soporta que las cosas existan sin responder a un nombre. Por eso sólo voy a dar nombres propios.
Cecilia Amorosi y Nicolás Strok acaban de hacer su residencia en el IUNA; cuando presenten su tesina se van a recibir de licenciados en Actuación. Ambos venían trabajando en proyectos mientras estudiaban.
Paula Brusca es directora e integra la Compañía Nacional de Fósforos, que puso Damiens, el cuerpo de los condenados, Los sonámbulos y en coproducción con Los Goliardos, Día de campo.
Magdalena Yohma dirige una obra que se llama Saga en Silencio de Negras.
Gustavo Urrutia dirige Siete vidas para Otomi y tiene “espacio propio”: el Nazaca. Walter Velázquez es el que mayor trayectoria tiene y se hace cargo de un teatro, Absurdo Palermo.
Esta nota quiere darles la palabra. Hubo algunas preguntas pero lo que importa son las respuestas. Como era de esperar, nadie contestó “'Llegar'” es actuar en el teatro San Martín”. Hubo miradas más personales y otras más políticas.
Nicolás reflexiona: “Llegar está asociado a un objetivo personal y artístico, contar con una cantidad de espectadores en una función y que salgan contentos del teatro. El reconocimiento de colegas y medios, que sería otro modo de llegada, hoy se otorga en el marco de una elite. Los parámetros están trastocados y sólo queda pensar en lo artístico. Del reconocimiento es mejor olvidarse hasta que no se deje de mirar siempre para el mismo lugar y se dé la posibilidad de visualizar nuevos horizontes, se deje de 'mimar' a los que en algún momento fueron interesantes pero hoy no producen más que la repetición de sus propias creaciones.
Mi producción es totalmente independiente. No pretendo obligar a nadie a que venga al teatro, pero no puedo correrme del lugar que me toca, actúo, dirijo y escribo. Sólo debo preocuparme por hacer buenos trabajos.
Profesionalizarse, para mí, significa tomar la vocación como una profesión, con las responsabilidades y retribuciones que debe tener. Claro que en el teatro es algo altamente dificultoso ya que los ingresos no alcanzan para que sea el único trabajo. El hecho de que elijamos día a día el teatro no significa, como mucha gente supone, que lo que hacemos no es trabajar. Hacer teatro no implica sólo actuar sino dirigir, escribir, producir, iluminar, ser maquillador, vestuarista, promotor. En síntesis, nos toca comunicar y entretener”.
Magdalena ejemplifica la idea de “llegar” con sus sensaciones: “Los signos concretos y reales tienen que ver con observar a la gente, ver cómo reacciona, si disfruta… La primera señal la tuve cuando vi la grada de Silencio de Negras llena de gente anónima, gente que había llegado hasta allí por el boca a boca que se produjo espontáneamente.
Ahora que nos autoproducimos, a la hora de trabajar nada me detiene, trato por todos los medios de llegar a lo que quiero. Me endeudo pero fundamentalmente me enamoro de los proyectos y a la hora de convocar, ese enamoramiento me ayuda a convencer a la gente con la que quiero trabajar. De todas formas no tener todo al alcance de la mano, potencia mucho más la creatividad. Cada traba fortalece la imaginación. Por supuesto que uno también se presenta a los subsidios y si sale, sale. Por suerte, mis pretensiones nunca son desmedidas. Mi único fin es hacer lo que me gusta, nunca me propuse 'llegar' a ningún lugar concreto y las cosas se empezaron a dar naturalmente, gracias al trabajo.
Creo que profesionalizarse tiene que ver con que tu trabajo sea reconocido, tener una trayectoria, que te llamen para proyectos. Y eso se logra trabajando.
Tener un teatro a tu disposición te da la posibilidad de mostrar lo que estás haciendo. Te abre las posibilidades de investigar de manera obsesiva. Creo que si se busca el teatro propio es porque es muy difícil conseguir un espacio en las salas, donde todo está programado desde un año antes, o en una de ésas, tu estética no coincide con la del lugar y es difícil ensayar sin saber dónde vas a estar. A mí me seduce descubrir las peculiaridades de cada espacio, me interesan particularmente los lugares no convencionales. Silencio de Negras es el espacio de unos amigos y esta cercanía me hizo consciente de todo lo que hay que trabajar para lograr la habilitación y de lo complejo que es sostener un sitio como éste”.
Walter, por su parte, compara la situación, ilustrativamente, con un colectivo: “Uno ni bien llega a la cabecera, vuelve a salir para el lado de la terminal, siempre en tránsito, entre el público tan benditamente imprevisible, los críticos de teatro, tan pero tan lejanos. Dando vueltas siempre por el mismo recorrido, a veces resignificado, a veces no. ¿Qué es 'llegar'?, ¿ser conocido?, ¿estar en la calle Corrientes?, ¿trabajar en Europa?, ¿lograr que los críticos vean tu trabajo? Porque una vez que vas llegando a cada una de estas cosas te faltan otras. Las nombradas y todas las que falta nombrar.
Estoy con mi nueva compañía 'Sin pulgares' viendo cómo hago para costear la nueva producción. Cuando estrene podré responder cómo la produje. Sé que puedo trabajar de cualquier cosa pero sé que sólo soy feliz haciendo esto. Ahora bien, toda persona que trabaje en algún oficio debe recibir una remuneración justa por su trabajo. Profesionalizarse seguramente significa diferentes cosas para personas diferentes. Para mí es poder pagar la olla con mi trabajo, porque el resto, el reconocimiento público, la crítica especializada nunca llega en tu mejor momento, llega en el momento en que lo determinan los que determinan eso. Pueden darte un premio revelación luego de 20 años de trabajo en la profesión, porque un día el señor Del Reconocimiento con cara de premio dice 'Uh, mirá éste. ¿Quién es? Dale el premio'. Entonces por suerte uno puede profesionalizarse solito.
Nunca busqué tener un teatro, quería poner una sala de ensayo y se me fue la mano.
Tener el Absurdo Palermo me enseñó muchísimas cosas, desde levantar una pared, armar puestas de luces, operar las obras de los otros. Los elencos piensan que sos el malo de la película y creen que además de dueño de un teatro sos el productor del pueblo, la policía te cobra coima por cuidarte, los inspectores por no clausurar lo que es inclausurable, lo que no está legislado.
Igual descubro que mi teatro ideal no es un edificio con techo y butacas, sino que el teatro me acompaña donde yo voy, y que puedo hacer un teatro donde pueda, donde me dejen, donde quiera”.
Paula, por su parte, se pregunta si en el teatro “se llega a algún lado”. Sostiene que uno trabaja sabiendo que cuantos más espectadores tenga, es más posible que la obra se mantenga y haya más tiempo para mostrarla. Considera junto con Cristian Palacios y Lautaro Ostrovsky (integrantes de la Compañía Nacional de Fósforos) que no hay una única llegada sino múltiples estaciones a las que se va arribando. “En ciertas oportunidades llegamos a lugares no soñados y eso reconfiguró el viaje. En general el término 'llegar' parece remitir al éxito o al fracaso, los términos con los que se maneja el mercado. Si hacemos teatro independiente es con la esperanza, ilusoria tal vez, de ponernos al margen del mercado aunque sea en algunos aspectos. Es decir, que haya sólo dos personas en la platea si nuestro espectáculo es el que queremos, si es nuestra poética y nuestro triunfo, el trabajo quedará justificado. Pero para la lógica del mercado eso sería un fracaso. Como diría Rainer María Rilke: ¿quién habla de victorias? resistir lo es todo.
Hemos aprendido mucho pero, como suele decirse, cuanto más uno aprende más reconoce lo que no sabe.
Por otro lado, el día que podamos decir 'ya está, ya lo sabemos todo', va a ser el día en que nos habremos muerto como artistas. Por eso es que no queremos llegar a ningún lado: la llegada es la muerte, el fin”.
Gustavo afirma que para responder debe tomar como eje sus propios objetivos. “En realidad no hay una meta final que guíe el proceso de desarrollo en el ámbito teatral sino más bien realizar un trabajo de investigación sobre la técnica actoral, trabajar con un conjunto de artistas de distintas disciplinas: visuales, músicos, diseñadores de iluminación, vestuario, etc., y profesionales en otras áreas, administración, comunicación, gestión; contar con un espacio físico propio, y lograr que esta densidad producida sea caldo de cultivo para otro tipo de proyectos. Varios de los compañeros que participaron en esta puesta en escena formarán parte en la próxima, un proyecto editorial paralelo, y son los que dictan los talleres de teatro y de yoga.
La profesionalización está dada a partir de lograr la división de tareas en los distintos campos, tendiendo a la complementación y a la búsqueda por aniquilar la propia inercia. Como lo económico es un eje importante que cruza y complejiza todo el proceso, si el proyecto no es al menos autosustentable, todo se resquebraja, y tarde o temprano caerá. Es un punto delicado, ya que no deseamos que lo económico mine lo creativo. En este momento somos un sistema dinámico naciente y con relaciones apenas establecidas.
Contar con Nazaca, nuestro espacio fisico, ha sido un sostén determinante en la generación de proyectos (ensayos, reuniones, talleres, depósito), porque permite comodidad y tiempo, pero además pasa a ser un claro signo de identificación. Claro que las cuestiones legales impiden más cosas que las que facilitan.”
Cecilia plantea: “Llegar como trascender, como alcanzar la forma más plena en un acto vivo como lo es el teatro. Llegar es estar dispuesto a un continuo crecimiento, es sentir el placer propio y el ajeno. Yo quiero entregarme y sentirme satisfecha con lo que produzco, sé que tengo un largo trayecto por recorrer pero el ejercicio es estar en constante superación.
En las circunstancias en las que vivimos es necesario hacer de todo oficio una profesión, yo hago teatro independiente y aunque es difícil hay que estar dedicado al 100% a esto. Tengo la fortuna de 'sobrevivir' con el teatro y esto es justamente lo que me permite crecer día a día en mis procesos creativos.
Si uno se pregunta qué es profesionalizarse, yo creo que para mí es ser consciente de los procesos y retrocesos del acto creativo, reflexionar sobre ellos, proyectar mejoras artísticas. Es estar atento y escuchar, es aprender y valorar el trabajo ajeno. Es ser fiel a uno mismo”.

Sueños que convergen y divergen, posiciones estéticas y políticas. En fin, éstas son sus palabras y vale la pena leerlas. Pero por sobre todo, vale la pena darse una vueltita para ver lo que hacen.

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