sábado, 16 de mayo de 2009

Panorama de la danza

Por Ale Cosín

En Buenos Aires y La Plata se realizó el Primer Encuentro de Danza y Performance. Aquí, un análisis de este encuentro de artistas y téoricos provenientes de España, Chile, México, Uruguay y Argentina.

Durante la segunda semana de febrero de 2007 se realizó este encuentro entre artistas provenientes de la danza de autor y la performance en su manifestación visual y corporal. Participaron más de 90 artistas visuales y escénicos, performers y teóricos, que llegaron desde España, desde Chile y México, desde Uruguay, desde Rosario, desde La Plata y Buenos Aires. Además de las instancias de encuentro entre participantes, en charlas y debates - en las que también hubo público interesado -, se realizaron cinco noches de muestras de trabajos, dos en Buenos Aires durante la semana, y las restantes el fin de semana en La Plata.
Rica fue la participación, mucha la información cruzada y las reflexiones. Tomaremos de esas experiencias para pensar la performance como manifestación artística que intenta escabullirse de la industrialización.
“Los manifiestos de la performance, desde los futuristas hasta el presente, han sido la expresión de disidentes que han intentado encontrar otros medios para evaluar la experiencia del arte en la vida cotidiana”, apunta Roselee Goldberg, investigadora norteamericana. La performance como acto vivo es utilizado por los artistas, pero también en acciones militantes, para contraponerse a las convenciones, a lo establecido (en el arte y en la normativa social). Intenta provocar una reacción frente a un formato que viene “lento” o parece infructuoso (como en el caso de las mismas vanguardias que otrora revolucionaron las tradiciones y luego se estandarizaron). Así, la performance es la vanguardia de la vanguardia. Es pre-objeto, es donde se pone a prueba la nueva idea antes de materializarla (aunque esta materialización sea una obra de danza, algo efímero como eso). La performance art o arte performativo es un modo de evaluar el arte en relación a sí mismo y en su modo de inserción en la vida social. Por eso es que estéticamente se traduce en ruptura más que establecimiento de cánones y caos más que fijación de métodos. Por otra parte el intérprete es el artista y no representa un personaje ficticio.
Lo performativo en el teatro y en la danza se daría cuando lo simbólico y lo real se fusionan, cuando el actor o bailarín se vuelve visible junto al - o por sobre - el personaje. Distintas formas de llevar a cabo esto son posibles desde el mismo intérprete como tal, hasta la forma de presentarse (en el espacio, en el tiempo). Por ejemplo, no es suficiente bailar en un espacio público para hacer un acto performativo de esa danza; es necesario que los observadores no estén “ordenados” como si estuvieran atravesando con su mirada una “cuarta pared”, a menos, obviamente, que la intención sea finalmente romperla y criticar su existencia.
No sucedió en la presentación de varios grupos en el Pasaje Dardo Rocha de La Plata durante el encuentro referido, cuando se movilizó al público en el espacio para dejarlo frente o diferenciado claramente de los intérpretes, poniendo un límite jerárquico que es propio de manifestaciones escénicas tradicionales. A diferencia de otros artistas que en el espacio de la ex Biblioteca, que se había conformado como unifrontal, rompieron ese esquema e indujeron al público a cambiar su posición para participar en la acción, cosa que no podría haber sucedido si se la hubiese mantenido.
Cuando hay actividad netamente simbólica se trata de un hecho escénico que tiene su eje en lo efectivo o bien en lo estético, desde los rituales urbanos hasta las óperas. Se apela a un “otro” para conseguir resultados que mayormente no transforman el estado de cosas, o las relaciones - status - establecidas; más bien tienden a prevenir esos cambios. La performance ocurre cuando hay intercambio o transformación consciente (dure lo que dure), y en este sentido es posible que una obra de teatro típica resulte performativa: será necesaria la intención y la disposición. La performance será un medio para lograr esos resultados buscados, aunque no premeditados. Por ejemplo, una obra en la que se busque enfrentar al posible espectador con una situación a la que no está acostumbrado por el contexto en el que sucede y en el que es habitué. Fue el caso de Interperie, una performance del grupo Presente Continuo (dirigido por Alejandro Masseilot), que presentaron en Buenos Aires y en La Plata en el marco del encuentro. Se trató solamente de dos personas que estaban acostadas, molleras de las cabezas juntas formando una línea en el piso, dentro de una bolsa de plástico transparente, donde permanecieron en medio de una vereda transitada por peatones que iban y venían. El hecho duró 15 minutos, tiempo luego del cual rompían con un dedo el plástico que cubría sus caras. Lo que aleja del ritual a esta performance es que no sólo busca una reacción entre los transeúntes, también hay una postura estética. Pero en un museo no sucedería como performance, y en la calle pero entre espectadores avezados tampoco. Fueron los espectadores quienes finalmente completaron la performance, y esto fue lo no previsto por los performers.
Las performances son eficacia o entretenimiento, siguiendo la teoría del antropólogo y teatrista Richard
Schechner, pero esa bipolaridad no es contraposición, entre ellas hay imbricaciones que van desde el ritual al arte escénico y viceversa. Las performances eficaces como las formas arte-vida, testimoniales, políticas, ritualísticas, opuestas a la propiedad privada o los espacios convencionales del arte; se alejan de las formas de entretenimiento o diversión, pero los parámetros para definir lo eficaz (lo que se considera fructífero, útil) cambian junto al cambio sociocultural e incluso en el seno de una cultura. La performance eficaz puede convertirse en entretenimiento o espectáculo sin por ello indicar evolución, pues no se trata de que las manifestaciones performativas deban desarrollarse hacia un arte supuestamente superior o que no puedan ser rentables. Características como “eficaz” o “entretenido” tienen que ver con objetivos y no con juicios de valor. Los rituales propios de las culturas indígenas convertidos en performances eficaces (intercambio de bienes, danzas, cantos con otros pueblos, por ejemplo) resolvían problemas que otrora era dirimidos a través de guerras. Luego de la expansión de los parámetros de la cultura occidental fueron convertidas -o sintetizadas- en espectáculos para turistas; y éstos o los mismos originales, investigados por teatristas de diferentes partes del mundo que a su vez las mezclaron con otras experiencias y observaciones (sin ir más lejos, es conocido el trabajo hecho por P. Brook quien además monta sus obras con actores de diferentes pueblos, o con similares características los viajes de Pina Bausch y su compañía). En qué medida estos enjambres de acontecimientos son malos o buenos para la cultura inicial y la que recibe, en qué medida la performance eficaz se transformó en arte y en mercancía, sólo el contexto puede darnos una mirada posible, de muchas que existen. No sería factible realizar un juicio inequívoco.
En el encuentro, el último día, fue el turno de Mónica Martínez y el bailarín de su puesta Uno (ex-humo), quienes decidieron que por no hallarse en un teatro con las condiciones que el espectáculo necesitaba, harían una deconstrucción de las improvisaciones personales de Marcos Peralta que llevaron a la obra final. Con un público que ya había visto muchas obras, en un lugar enorme donde prácticamente no habían sillas, el muchacho se tomó un tiempo casi antiescénico para realizar una performance basada en su pertenencia cultural, su identidad familiar. Dibujando en el espacio con su cuerpo, utilizando una frase que reiteraba en voz baja, y harina de maíz, trajo la atmósfera de un ritual que muchos allí vivieron como “verdadero y mágico”.

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