miércoles, 8 de junio de 2011

Agencias de prensa

Por Natalia Laube

Hay pocas situaciones más oportunas para hacer balances que los aniversarios. Quien ya se haya detenido en algunas de las notas de esta edición, tal vez haya llegado a la conclusión -tampoco tan sesuda, por cierto- de que la escena, los nombres y los modos de producción del teatro independiente cambiaron y mucho desde que Funámbulos salió a la calle por primera vez. De esta larga lista de transformaciones, la de la proliferación de las agencias de prensa –cerca de diez hace una década, al menos una treintena en la actualidad- es, por lejos, la que más se siente desde el bando de los periodistas: cualquier día de semana, un crítico o redactor especializado en teatro recibe no menos de quince gacetillas con información sobre proyectos escénicos comerciales, oficiales e independientes y otras tantas invitaciones telefónicas a estrenos. ¿Cómo responde a ellas? Las reacciones van desde la frustración por no poder presenciar ni la mitad de estas propuestas a la irritación que provoca la mutación de su casilla de mails en un laberinto de nombres y trabajos que no siempre se adaptan a eso que su medio está interesado en publicar.

Está claro desde el vamos que el mercado del teatro creció y que sus engranajes se volvieron cada vez más numerosos y complejos. Buenos Aires es, a pesar de sus políticas públicas, la capital latinoamericana del teatro, con más de quinientos obras en cartel en un año; a los medios de comunicación tradicionales se sumó una cantidad enorme de nuevos canales de crítica y difusión que habilitan los nuevos soportes de la información –blogs, sitios teatrales y programas de radio online, entre otros ejemplos- y el abanico de agencias y gestores de prensa no sólo aumentó su oferta, con decenas de opciones nuevas que dificultan la elección a las compañías, sino también la demanda: son contados los grupos que se animan a estrenar una obra sin haber contratado a una persona que les asegure la presencia de periodistas cuando las luces se encienden.

Ante esta multiplicación y atomización de actores que intervienen de distintas maneras en la escena, y para acompañar el festejo por el número redondo, echamos a rodar una pregunta: ¿Qué cambios perciben en su trabajo y en la escena quienes se dedican a la prensa teatral hace más de una década? De aquí en adelante, sus respuestas.

“Es cierto que el mercado cambió, pero también cambió todo el sistema de prensa que se hacía hace diez años o incluso un poco más de tiempo: yo comencé a trabajar cuando la elaboración de una gacetilla implicaba redactarla en una máquina de escribir, sacarle fotocopias, repartirla una a una en cada diario, revista y radio. Existía una manera de trabajar artesanal y muchísimo más personalizada que hoy se soluciona con mayor rapidez y menos costo”, recuerda Walter Duche, quien hace 14 años creó junto con Alejandro Zárate la agencia Duche-Zárate. Y sigue: “Por otro lado, existía casi la misma cantidad de medios grandes que existen hoy –lo que cambió en la actualidad es que existen muchas más radios FM y medios online; en cada medio se le daba mucho más espacio al teatro y había menos producción. Por ende, a veces se daban tres notas previas al estreno de una obra, luego salía una crítica y, si había gustado mucho el trabajo de un actor en particular, podía llegar a salir una entrevista posterior. Podían hacerse hasta cinco notas de una misma obra en un mismo diario, y hoy en día debe haber cerca de un 60% de obras que se estrenan y no logran ni siquiera una nota. Un viernes, por ejemplo, hay cientos de grupos teatrales que tendrán función el fin de semana y todos desean lo mismo: salir en la agenda de recomendados en los grandes medios, que generalmente destinan tres o cuatro espacios al teatro independiente. Hoy se ha convertido en un desafío muy grande lograr la publicación de una línea”.

Ante esta situación de una enorme desigualdad (muchas obras, poco espacio), la creatividad y la adaptación a posibilidades alternativas surgieron como variables de rescate: cuponeras de descuento, banners en sitios vinculados al quehacer teatral y sorteos de entradas en programas de radio figuran entre los nuevos caminos de difusión. “Y también es importante estar abierto a recibir los nuevos medios, a saber valorarlos en su especificidad, y entender el público al que están apuntados: si un periodista de un portal web me escribe para ver una obra y yo creo que va a ayudar a su difusión, porque su masa crítica de lectores es acorde a la propuesta, haré todo lo posible por acreditarlo”, agrega Débora Lachter, creadora en 1996 de la agencia que lleva su nombre. El surgimiento constante de nuevos medios y nuevos nombres no la asusta: “Después de tantos años de laburo, sé distinguir quién es periodista, quién proviene del mundo de las artes y pretende generar un intercambio interesante de opiniones y quiénes sólo quieren ir al teatro gratis”.

Ahora bien, ¿qué motiva a los elencos a seguir contratando prensistas aún a sabiendas de que la competencia es numerosa y que en muchos casos será difícil acarrear a los periodistas a ver sus obras? Justamente, saber eso. “Creo que nosotros tenemos un canal mucho más directo con los periodistas y eso los elencos lo notan. Muchas veces les sugiero a los elencos chicos que no hagan prensa, porque por el presupuesto que manejan y el precio de sus entradas puede no resultarles redituable. Pero hay quienes insisten y dicen que les cuesta mucho llegar a un periodista con sus gacetillas, sin la mediación de una agencia o de una persona que ya tiene el contacto hecho. Los periodistas, a su vez, se acostumbraron a los modos de trabajo de las agencias y prefieren ese canal: saben que piden una foto y la reciben a los dos minutos. Esa es la ventaja”.

Para Débora, la planificación del trabajo y una charla minuciosa antes del estreno hacen la diferencia: “La gente que nos elige sabe que tenemos experiencia en este trabajo y que no vamos a mentir. Siempre trabajamos buscando el equilibro entre las expectativas de quienes nos contratan y lo que creemos que es posible. A veces, por ejemplo, los grupos buscan críticas, porque tienen ganas de salir a girar por los festivales y las buenas reseñas son un aval. En esos casos yo intento trabajar en esa línea, convocando críticos durante el primer mes de funciones. Eso a veces sucede y otras veces no. Pero yo creo que si no hubo quórum por ese lado, queda mucho por trabajar en otros sentidos. Cada espectáculo se comunica de una manera distinta y tiene algo que puede resultar atrayente. Cada vez estoy más convencida de que, en lo que respecta al off, no hay que pensar en campañas chicas: si el espectáculo pasó la barrera de los dos meses en cartel, hay mucho por hacer. Un caso paradigmático en ese sentido es el de Mariela Asensio, con quien yo trabajé durante los cuatro años de Hotel Melancólico de forma permanente”.

Y si hace quince años un grupo teatral en plan de ahorro prescindía sin dudarlo de los servicios de una agencia de comunicación, hoy el encargado de la difusión juega un papel fundamental, aunque todavía no esté del todo claro si las notas llevan necesariamente más gente a las salas. Para Walter, la especialización cada vez mayor de las actividades es el resultante de un proceso de profesionalización que atravesó el teatro en estos últimos años: “Cuando escucho a algunos tirabombas que dicen que los jefes de prensa se llenan de plata a costa del off, pienso que nada está más alejado de la realidad: los jefes de prensa no tenemos castillos; y yo estoy muy a favor de que cada uno pueda hacer su laburo. Me parece bueno que el actor actúe, que el escenógrafo se dedique a pensar en la escenografía y así. Nosotros somos un engranaje más dentro de la producción de la obra. Yo me encargo de difundir lo que vos hacés, vos encargate de hacer tu laburo arriba del escenario. Está buenísimo que cada uno haga lo que le gusta y lo desarrolle de la mejor manera posible. Tal vez el problema esté en otro lado: hay mucha gente que cobra por hacer prensa y después del estreno, desaparece. Pero en la medida en que hagan bien su trabajo, creo que son beneficiosos”.

En la misma línea, cierra Débora: “Uno nota cierta sensación de tedio del lado del periodista en relación a la gente que labura mal, sin tener respeto por el trabajo del otro. Hay periodistas que dejaron de atender agentes de prensa y hay que bancársela, supongo que tiene que ver con esta coyuntura: muchos mails, muchos llamados, mucha demanda de atención que no siempre puede ser satisfecha. En lo que respecta a mí en particular, la proliferación de agentes de prensa que se dio en estos últimos años no me afectó y me parece natural porque la escena crece. Creo que si uno trabaja bien, hay lugar para todos”.

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